El robo no siempre ocurre con alguien encapuchado llevándose objetos de una tienda. A veces, situaciones tan comunes como aceptar un regalo, pedir prestado algo de tu trabajo o vender un objeto que pensabas que era tuyo pueden terminar en un problema legal serio. En La Firma Unida | La Liga Defensora, hoy exploramos cómo estos malentendidos pueden poner a cualquiera en riesgo.
Robo menor vs. robo mayor
La ley distingue entre petty theft (robo menor) y grand theft (robo mayor) principalmente por el valor de lo tomado. En algunos estados, si el objeto vale menos de $1,200, se considera robo menor; pero si rebasa ese límite, puede convertirse en un cargo de felonía. Y no se trata solo de multas: un robo mayor puede implicar cárcel, antecedentes penales permanentes e incluso problemas migratorios si no tienes estatus legal.
Cuando “tomar prestado” parece robo
Un error muy común ocurre en el trabajo. Imagina que usas una computadora de la oficina o una herramienta de construcción y te la llevas a casa “por un rato”, pero nunca la devuelves. Aunque no hayas tenido intención de robar, la ley lo puede interpretar como apropiación indebida o robo, porque retuviste algo que no es tuyo. La intención no siempre es lo que decide: basta con que tengas el objeto sin permiso.
Los regalos que después se reclaman
Otro escenario típico ocurre en relaciones personales. Por ejemplo, si tu ex te regala un teléfono y después lo quiere de vuelta, puede intentar acusarte de robo. Legalmente, si fue un regalo, ya es tuyo; pero el problema es demostrarlo. Aquí es donde entran los mensajes de texto, testigos o cualquier evidencia de que realmente se trató de un obsequio. Sin pruebas, una simple discusión puede escalar a un caso criminal.
Vender algo que no sabías que no era tuyo
Puede que aceptes un objeto de un amigo y lo vendas sin saber que en realidad era robado. Aunque actuaste de buena fe, la policía podría acusarte de venta de propiedad robada. Estos casos son delicados porque la ley se enfoca en el hecho, no siempre en la intención. La defensa dependerá de demostrar que no sabías el origen del objeto y que actuaste sin malicia.
¿Y si tienes pruebas de tu inocencia?
Mucha gente piensa: “Si tengo pruebas, no necesito abogado.” Ese es uno de los errores más grandes. El sistema legal no funciona solo con la verdad, sino con cómo se presentan las pruebas y cómo se desarma la acusación. Sin experiencia, podrías terminar contradiciéndote o dejando que el fiscal use tus propias palabras en tu contra. Un abogado sabe proteger tu versión y asegurarse de que las pruebas trabajen a tu favor.